AMAXOFOBIA, MIEDO A CONDUCIR

El miedo a conducir, llamado amaxofobia, es profundamente disfuncional, ya que complica tareas como ir al médico, llevar a los niños al colegio, cambiar de domicilio, o ir al trabajo. La cotidianidad puede volverse mucho más exigente, y la autoestima de quienes la padecen suele caer, aunque sólo fuera por la simple comparación con las personas que sí pueden conducir.
Diría que soy un buen experto en amaxofobia ya que he atendido más de cien casos y todos con éxito. Lo que me interesa de esta fobia en particular es que sirve de ejemplo clarísimo de un tipo de disfunción que funciona.
Analizando la situación vital de los pacientes, el miedo a conducir les producía molestias, pero para casi todos también tenía ventajas. La dependencia de otros para tareas cotidianas lejos de dañar la autoestima de algunos de los pacientes parecía profundamente adaptativa, incluso lo llevaban bien, mucho mejor desde luego, que quienes “amorosamente” les tenían que llevar de aquí para allá. Ya habrás adivinado que lo que reforzaba el miedo no sólo era la idea de la seguridad, sino la atención que recibían.
Las personas que tienen un rol “no líder”, a menudo se ven abocadas por presión social, o por otros factores, a desempeñarse de una forma no acorde a su naturaleza, y deben afrontar desafíos que no encajan con sus impulsos naturales. Cuando esto sucede, desadaptaciones como “no poder conducir” son paradójicamente adaptativas, porque en cierta medida les devuelven la posibilidad de ocupar el lugar que les resulta mas propio.
Cada uno puede decidir si le parece bueno dejarse llevar por su impulso, o adaptarse a los usos sociales. Este es un tema espinoso, pero no menor, detrás del que se esconden cantidades ingentes de personas que padecen una bajísima autoestima, porque “la sociedad”, “la familia” o “el entorno” les pide que sean quienes no son. Y quienes ceden, normalmente sufren.
También está la cuestión del ego, ya que la excelencia siempre sienta bien, y cuando uno hace algo bien quiere repetirlo, aunque sea algo que no le convenga. Si se me da bien preocuparme, por lo que pueda pasar conduciendo, no voy a dejar de hacerlo. mitad porque me he acostumbrado a hacerlo, y mitad porque he desarrollado ciertos rituales de repaso mental, que aunque me hagan daño, me dan una agradable sensación de confort, porque sé donde empiezan y como se desarrollan.
Cuando quien tiene miedo a conducir llega a perder su trabajo, o a “tener que dejarlo” puede que en realidad no tenga ningún problema con la conducción en sí, sino que padezca principalmente miedo a conducirse, es decir a ponerse en su lugar, y la ansiedad que sinceramente padece al enfrentar la conducción, sea la manera de su cuerpo de pedirle que no vaya al trabajo. No son pocas las personas que piden ayuda para superar este miedo cuando su trabajo peligra, y al superarlo, son ellas quienes deciden dejarlo.
Superar un miedo no debe servir para mantener un trabajo, aunque es una ventaja adicional, la

verdadera ventaja de dejar de sentir miedo es ser más libre.