SE RESPONSABLE, COHERENTE Y BUSCA LA EXCELENCIA
Ser responsable es mucho más que ser conservador, o prudente. Ser responsable es ser dueño de los propios actos y por tanto de las consecuencias de los mismos. Con el beneficio que supone poseer los éxitos, y el peso de poseer los fallos.
La resiliencia permite aprender de los fallos sólo a quien los posee. Quienes escurren el bulto pueden eludir la responsabilidad, pero se pierden el premio de aprender. Sin responsabilidad no hay aprendizaje, ni libertad.
He repetido hasta la saciedad que la armonía entre lo que se espera y lo que se hace es imprescindible para lograr una buena autoestima. ¡Cómo obviar la pauta madre! Ser coherente. De nada vale cualquier trabajo de prospección que uno haga, por eficaz que sea, si de lo que se concluye no se cumple nada. Cuanto mayor sea tu grado de coherencia, mayor será tu felicidad.
En todo lo que hagas pon tanto interés y atención como te sea posible, eso es vivir enfocado en la excelencia, y es la mejor y más saludable manera de vivir. Hay otras opciones, pero son peores.
Cuando uno hace algo, lo que sea, hay que hacerlo con mucha intensidad, con toda la intención y tratando de que salga lo mejor posible. Hay que sentirse orgulloso de lo que uno hace, sea lo que sea. El orgullo, es un combustible de potencia inimaginable, cuando parece que ya no quedan energías surge el pundonor y te empuja, consiguiendo que puedas más de lo que creías.
En general se habla de excelencia en los estudios, o el trabajo, entornos en los que muchas veces son otras las personas interesadas en que seamos excelentes, más que nosotros mismos. Por eso los jefes y directivos enseñan a sus empleados a desempeñarse con excelencia. Pero es normal que muchas personas de las que reciben esos adiestramientos sientan que es algo que ni les va ni les viene, puesto que su sueldo, o su titulación, es igual siendo excelentes que siendo normalitos.
Si crees que cuando trabajas a cambio de un sueldo, con cumplir con las horas que pone el contrato ya estás haciendo lo que debes, no es ni de lejos así. Quizás estés cumpliendo con el acuerdo al que has llegado, y puede que si crees en la lucha de clases pienses que hacer algo más que eso, sería bueno sólo para los jefes, pero tampoco esto es así.
Quedémonos en el ejemplo del trabajo. Suponiendo que lo que haces no sea tu única y verdadera pasión, puesto que si lo fuera la excelencia en tu desempeño sería inevitable. Si sólo trabajas por dinero, hacer las cosas con entusiasmo, y con la mayor implicación posible, es la única manera de estar entrenado para que, cuando hagas lo que de verdad te interese, tengas práctica en poner la mejor de las actitudes, en darlo todo y buscar el mejor resultado posible. La excelencia no se alcanza de pronto, y en un aspecto único de la vida.
Imagina el siguiente pensamiento: “mientras trabaje y haga lo que otros quieren, intentaré ahorrar energías y esfuerzos de toda clase, pero el día que me llegue la oportunidad de hacer lo que me dé la gana, ahí seguro que lo doy todo". ¡¡¡Noooo!!! No funciona así la cosa, si no te has acostumbrado a darlo todo, no sabrás hacerlo y llegará un momento en el que te resulte prácticamente imposible. A parte de que los resultados que vas a ir obteniendo en el camino serán de una calidad mucho peor.
El nivel de exigencia que uno tiene con uno mismo, y con los demás condiciona la manera en la que uno se siente consigo mismo. Si eres una persona laxa, que cede a cualquier excusa y que normalmente no te reclamas cumplir con un elevado estándar, te sentirás alguien de baja calidad, porque más a menudo obtendrás resultados de baja calidad, y porque en el fondo serás consciente de que tu implicación es baja.
Aunque si te implicas poco, y das siempre el mínimo posible, te puedes acabar creyendo que así es como se hacen las cosas y que no “das para más” o que “nada más es posible”, y entonces tu autoestima caerá por los suelos. Si tienes suerte encontrarás muchas y bonitas excusas para justificar lo que no has conseguido. Pero no te sentirás bien, porque aunque lo escondas, sabrás que no has dado lo que podías.
Por otra parte, si te exiges constantemente más de lo que puedes conseguir, experimentarás la frustración, por eso es conveniente alcanzar un nivel personal y adaptado de exigencia, en el que rindas al máximo de tus posibilidades, y si es posible en la dirección que tu esencia te pide.
Cuando repites algo lo haces cada vez mejor. Si te acostumbras a dejarlo todo a medias, llegarás a ser un excelente “amediólogo” pero si te empeñas en intentar hacerlo todo perfectamente, cada vez se te dará mejor hacer cualquier cosa en la que te impliques.
Hagas lo que hagas hazlo con el mismo empeño que pondrías en lo que más ames, así es como se comportan las personas apasionadas, y eso las hace mucho más felices.
extracto de el astronauta con los pies en la tierra, De Germán Rehermann